lunes, 22 de mayo de 2017

Grupo de folk

El proyecto de Campo Charro como grupo musical iba adquiriendo progresivamente perfiles más definidos. Nuestro líder principal, Paco, había asumido con un significativo interés las riendas de la formación musical, en los comienzos del nuevo curso. Al pertenecer a un grado superior, cursaba ya sus estudios fuera de Calatrava, pero seguía referido a nuestro colegio como espacio de relaciones y de ensayos musicales.
El grupo de música surgió y dio sus primeros pasos en el ámbito del internado. Este seguiría siendo el núcleo central desde donde partía los diferentes dinamismos asociados a él. Pero de un modo progresivo se iba también destetando de su dependencia materna. Y nunca mejor dicho lo de “materna”, porque Calatrava venía siendo para nuestro grupo, la madre que nos dio la vida y la leche de la primera infancia. El destete vino motivado por las referencias externan que iban imponiendo una apertura a aires nuevos y a posibles integrantes para el grupo de otros contextos. Oteando el espacio exterior se vislumbraban posibles actuaciones en lugares diversos de la ciudad. Otros colegios, certámenes universitarios, festivales populares, emisoras de radio locales... Había que abrir las ventanas y lanzarse al reto electrificante de las actuaciones musicales en ámbitos que, si iban bien las cosas, supondrían un fuerte espaldarazo para lanzarnos hacia adelante.
Pronto nos dimos cuenta de la trascendencia que tendría la contribución de voces femeninas a nuestro grupo. Hasta entonces éramos sólo hombres, y un poco imberbes, los que confabulábamos con nuestras voces varoniles, realizando el reparto vocal de los diferentes tonos: graves, agudos...; en un intento de perfeccionamiento armónico. Se hacía necesario enriquecer nuestro repertorio tonal con voces femeninas. Y nos pusimos manos a la obra, para descubrir futuros valores.
No hicimos ningún casting, ni ofertamos, a través de anuncios, plazas de vocalistas femeninas para “conjunto musical”. Digamos que teníamos tantas relaciones y contactos que disponíamos de suficientes posibles candidatos, sólo con poner en funcionamiento la estrategia del “boca a boca” (sin pasar a mayores).
Varias propuestas pincharon en hueso. Recuerdo ligeramente a algunas chicas que pasaron por nuestros ensayos con ánimo de probar suerte; y que al final, rechazaron nuestra invitación (no debimos darle mucha confianza). Otras, aceptaron en un principio, pero se descolgaron en un final.
Sí aceptaron Pili y Pepi. Habíamos cantado con ellas ya, en las misas que amenizábamos en el pueblo de Aldeatejada, y en sus correspondientes “sobre-misas” (Espacios de tertulia y cante que improvisábamos tras la misa dominical). Ya eran conocidas, valoradas y apreciadas por nosotros, por lo que su voluntad de unirse a nuestra empresa contó enseguida con nuestro beneplácito.
Es la primera vez que aparecen sus nombres en mi diario vinculadas a nuestra formación musical, en este 3 de octubre de 1973. Sus nombres me provocan una deliciosa nostalgia. Y me transporto a los escenarios, sintiendo “la piel de gallina”, al escuchar sus voces cantando:
Camino de Montijo van hacia el valle...
diez mozos con alforjas chicas y grandes...
chicas y grandes, niña, chicas y grandes...
Camino de Montijo en los olivares...
Se me perdió el anillo de los cantares...
De los cantares, niña, de los cantares” 

(Continuación) La aventura del viaje a Normandía.

En realidad, todo este viaje estuvo envuelto en situaciones paradójicas y alucinantes. Nada más llegar a la ciudad de Cannes, en el hotel ...