El proyecto de Campo Charro como grupo musical iba
adquiriendo progresivamente perfiles más definidos. Nuestro líder principal,
Paco, había asumido con un significativo interés las riendas de la formación
musical, en los comienzos del nuevo curso. Al pertenecer a un grado superior,
cursaba ya sus estudios fuera de Calatrava, pero seguía referido a nuestro
colegio como espacio de relaciones y de ensayos musicales.
El grupo de música surgió y dio sus primeros pasos en el
ámbito del internado. Este seguiría siendo el núcleo central desde donde partía
los diferentes dinamismos asociados a él. Pero de un modo progresivo se iba
también destetando de su dependencia materna. Y nunca mejor dicho lo de
“materna”, porque Calatrava venía siendo para nuestro grupo, la madre que nos
dio la vida y la leche de la primera infancia. El destete vino motivado por las
referencias externan que iban imponiendo una apertura a aires nuevos y a
posibles integrantes para el grupo de otros contextos. Oteando el espacio
exterior se vislumbraban posibles actuaciones en lugares diversos de la ciudad.
Otros colegios, certámenes universitarios, festivales populares, emisoras de
radio locales... Había que abrir las ventanas y lanzarse al reto electrificante
de las actuaciones musicales en ámbitos que, si iban bien las cosas, supondrían
un fuerte espaldarazo para lanzarnos hacia adelante.
Pronto nos dimos cuenta de la trascendencia que tendría la
contribución de voces femeninas a nuestro grupo. Hasta entonces éramos sólo
hombres, y un poco imberbes, los que confabulábamos con nuestras voces
varoniles, realizando el reparto vocal de los diferentes tonos: graves,
agudos...; en un intento de perfeccionamiento armónico. Se hacía necesario
enriquecer nuestro repertorio tonal con voces femeninas. Y nos pusimos manos a
la obra, para descubrir futuros valores.
No hicimos ningún casting, ni ofertamos, a través de
anuncios, plazas de vocalistas femeninas para “conjunto musical”. Digamos que
teníamos tantas relaciones y contactos que disponíamos de suficientes posibles
candidatos, sólo con poner en funcionamiento la estrategia del “boca a boca”
(sin pasar a mayores).
Varias propuestas pincharon en hueso. Recuerdo ligeramente a
algunas chicas que pasaron por nuestros ensayos con ánimo de probar suerte; y
que al final, rechazaron nuestra invitación (no debimos darle mucha confianza).
Otras, aceptaron en un principio, pero se descolgaron en un final.
Sí aceptaron Pili y Pepi. Habíamos cantado con ellas ya, en
las misas que amenizábamos en el pueblo de Aldeatejada, y en sus
correspondientes “sobre-misas” (Espacios de tertulia y cante que improvisábamos
tras la misa dominical). Ya eran conocidas, valoradas y apreciadas por
nosotros, por lo que su voluntad de unirse a nuestra empresa contó enseguida
con nuestro beneplácito.
Es la primera vez que aparecen sus nombres en mi diario
vinculadas a nuestra formación musical, en este 3 de octubre de 1973. Sus nombres
me provocan una deliciosa nostalgia. Y me transporto a los escenarios,
sintiendo “la piel de gallina”, al escuchar sus voces cantando:
“Camino
de Montijo van hacia el valle...
diez
mozos con alforjas chicas y grandes...
chicas
y grandes, niña, chicas y grandes...
Camino
de Montijo en los olivares...
Se
me perdió el anillo de los cantares...
De los cantares, niña, de
los cantares”