martes, 24 de enero de 2017

Espejismos

Como aquella canción que decía: "me paso muy buenos ratos, echando pan a los patos" me pasaba largos espacios de tiempo en el parque salmantino de La Alamedilla. No echaba pan a los patos, pero sí los contemplaba ensimismado, cómo nadaban en las aguas apacibles del estanque.
La Alamedilla se me presentaba en ese tiempo de estrenada juventud, como un espacio ecológico para el regocijo calmado. Disfrutaba del frescor que transmitían sus árboles centenarios, de la serenidad que proyectaba el silencio, en las horas menos frecuentadas por los paseantes. Me deleitaba en la compañía de los animales acuáticos y de las aves que proporcionaban un tinte exótico a aquel escenario. Y me obnubilaba, no podía ser menos, con el colorido, que te impregnaba en tus emociones y sentimientos, aquellas jovencitas acicaladas con sus atuendos adolescentes, resplandecientes ante mis ojos como hadas relucientes y festivas. ¡Cuántas horas invertidas en esa zona, corazón de Salamanca, ensueño del pasado!. Sentado en cualquiera de sus bancos, con un cuadernillo entre las manos, recogía los pensamientos que surgían a borbotones en mi cabeza. Componía canciones y poemas que quedaban, diseminadas en las hojas del cuadernillo, como regueros y huellas que fueron poblando mi historia de espejismos.Ahora, cuando vuelves la vista atrás, sientes que fueron pompas de jabón que se deshicieron en el aire. Pero guardas la hermosura de esos momentos como alhajas depositadas en el joyero del alma.

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