viernes, 29 de diciembre de 2017
El reto de la elección profesional
La nueva etapa de la vida que se abría tras terminar COU nos adentraba en el mundo universitario. Estaba ese momento cargado de expectativas e ilusiones. Ser universitario era sinónimo de zambullirse en una vida placentera, y de experimentar el regusto de cierto rol de prestigio que no estaba exento de un tinte de vanidad. Sin embargo, el tomar la decisión de qué carrera elegir comportaba incertidumbre y asunción de riesgos que podían bloquearte durante toda tu vida, si la elección no había sido la correcta. Estabas abocado a elegir una dirección ante una encrucijada de caminos.
Supongo que por algo de esa incertidumbre estaría pasando un buen amigo, cuando llegó a mi casa, despertándome a primera hora de la mañana del 25 de septiembre de 1975, para pedirme consejo sobre la oportunidad o no de matricularse en Medicina. No sé qué orientación le di en ese momento. Ni tampoco creo que estuviera capacitado para ello (Cuan lejos estaba de sospechar por aquel entonces que muchos años atrás me iba a dedicar en mi trabajo, a la orientación profesional).
Algún tiempo estuve yo también tentado por el mundillo de la medicina. Pero muy pronto comprendí que me iba a ser más fácil cruzar un océano a nado, que dedicarme a tan ilustre profesión. Sólo pensar que tendría que adentrarme entre las vísceras humanas y manipular los cuerpos me provocaba una indecible aprensión. Y opté por una profesión que en cuestiones de cuerpo, sólo exigiera el roce de su superficie; y que, para incidir en profundidades, lo hiciera en referencia a la sutileza del alma, de sus niveles psicológicos y las capacidades no corpóreas del ser humano. Así me matriculé en pedagogía.
Aunque la decisión ya la había tomado antes. En COU. Tuvo gran influencia en ella los consejos del profesor de psicología. Me atraía sobre manera su asignatura, y tentado estuve de tomar dicho camino. Al yo comentárselo, el profe me desanimó. La psicología según Alberto, creo recordar que éste era su nombre, no tenía aparentemente salidas, existían muchas más posibilidades con la pedagogía, sobre todo, en los países latinoamericanos. Según él comentaba, estos países estaban demandando con insistencia, profesionales de la educación, para impulsar el desarrollo educativo de grandes sectores de población sometidos al analfabetismo. Y yo, que en mi interior sentía en esos momentos ciertos impulsos por marcharme a países del tercer mundo para ejercer una labor solidaria, descubrí la oportunidad de unir ambas perspectivas (solidaridad y enfoque profesional).
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