lunes, 11 de diciembre de 2017

Personalidad








“Tener personalidad o no tener personalidad”. Para mí siempre fue una etiqueta con la que distinguía a las personas con quien me relacionaba. Ignoro la importancia que le dan los jóvenes actuales a este tipo de características y si lo tienen en cuenta a la hora de vincularse a sus iguales. Aunque, si he de ser justo, he escuchado comentarios a mis hijos en los que aprecio la valoración que ellos le otorgan a sus amistades, en función de rasgos constitutivos de la persona.

Sin embargo tengo la impresión de que en este momento se valora más las características superficiales y físicas. Los medios de comunicación social; la prensa rosa; la publicidad; las costumbres y modos de vida que sancionan la apariencia y el físico como rasgos fundamentales de aprecio social; los programas televisivos de dudosa calidad, y los de calidad (sin que quepa la mínima duda) paupérrima,; etc; proyectan unos modelos en los que abunda el raquitismo mental y el triunfo de lo cutre y rastrero.
Estoy seguro de que no todos estarán configurados por el mismo patrón, pero muchos de nuestros jóvenes, necesariamente, han de verse impregnados de estas corrientes fulleras y mediocres. Es difícil que tengan aspiraciones, que vayan mucho más allá, de conseguir una apariencia “chachi”, un físico con el que atraer a posibles refriegas epidérmicas. La evasión y búsquedas de placeres sucedáneos, es la alternativa que le queda a todos aquéllos que son conscientes de que no dan esa talla o que fracasan por tener un cuerpo que no se concilia con los cánones de las últimas tendencias.
Yo mismo me siento francamente infectado por estas directrices que me marcan desde vertientes externas. Me sorprendo en ocasiones valorando en función de trivialidades y apariencias cosméticas. Y lo tremendo es que se me va insertando este virus, de un modo semiinconsciente, en las profundidades del alma. Tanto, que recibo como un soplo de aire fresco, que me despierta de mi letargo, ese recuerdo del diario de mi etapa juvenil, que hace alusión a la importancia de tener personalidad.

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