domingo, 31 de diciembre de 2017
Lazos de aquel instante
Mi espíritu siempre experimentó un declive anímico en paralelo a la finalización del verano. Se producía, con frecuencia, en ese intervalo de paso entre los últimos días de agosto y primeros de octubre, un brote de melancolía bajo el que me sentía tambalear.
Las emociones experimentadas tenían mucho que ver con la ruptura (que aunque vaticinada con antelación, irrumpía bruscamente de modo desapacible) con las relaciones de amistad, establecidas en ese espacio temporal y extraordinario que ha sido siempre la estación estival.
Ya en los años de mi niñez y adolescencia, en mi pueblo natal, vivenciaba ese profundo sentimiento de fastidio coincidiendo con la vuelta de aquellos paisanos de mi edad, que retornaban con sus padres a los países europeos donde éstos trabajaban como emigrantes. Varios de ellos, compañeros entrañables de correrías y juegos campestres, desaparecieron completamente de mi vida tras la despedida de un verano cualquiera de mi infancia. Era la premonición de otras muchas circunstancias similares que habrían de sucederse cuando, diversos y significativos veranos, bajaran el telón en su representación de teatro viviente.
Más tarde, ese escozor motivado por la separación irreparable, estuvo vinculado al escenario de Mallorca y sus trabajos relacionados con la hostelería. Cuántas intensas relaciones, amistades repletas de matices de arco iris, y sentimientos forjados en dificultades y juergas compartidas, quedaron rotas al llegar el final del verano. Mi vida está marcada de modo sensible por mi particular capítulo de ese "Verano Azul". Ese que recreaba el final del verano en la serie entrañable del inolvidable Chanquete y compañía, amenizada por la canción que inmortalizara el Dúo Dinámico. En mis capítulos particulares se han ido sucediendo esos episodios de ruptura, con sus peculiares matices, llevándome a sufrir la quemazón de que "algo se muere en el alma a la hora de partir...".
Pero esos pequeños desarraigos, de algunos de momentos de mi vida, me parecen una nimiedad en comparación con las situaciones por las que deben pasar los inmigrantes, del momento presente, que no sólo abandonan sus lugares de origen (con el desarraigo vital que lleva consigo) para tener unas mínimas condiciones de subsistencia, sino también, de todos esa masa de seres humanos que abarrotan campos de refugiados, huyendo de guerras y persecuciones brutales. Por ello, considero vital, que nuestras sociedades opulentas realicen los cambios necesarios para, al menos, paliar parte del dolor y desarraigo al que viven sometidos tantos hermanos nuestros.
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