sábado, 9 de diciembre de 2017

Tierras de Castilla




El 14 de Noviembre de 1973 me consumía en el intento de realizar un trabajo de filosofía sobre el tema de la muerte. Estaba tremendamente confuso sobre el enfoque que podía darle. Era un tema que me superaba. No sé si al final logré plasmar algún pensamiento coherente o reflexiones hiladas que no desmerecieran de ese objeto de especulación.
Años más tarde reflexionaba sobre este asunto vinculando muerte y campos castellanos:
“Camino lentamente por senderos castellanos, entre encinas, yerbas secas arrasadas por el sol, cardos amarillentos y algún matojo desperdigado. Siento la grandeza de saborear palmo a palmo la raquítica flora de estas inmensas explanadas que no se pierden, sino que se prolongan y prolongan y prolongan... Estas extensiones me hablan del eterno deseo humano de infinitud, de su anhelo por expansión sin límites, de superación de cuanto pueda limitarle, de superar al propio obstáculo de la muerte.
El hombre y los campos castellanos llevan en su código interno la vocación de la trascendencia; sus contornos no quedan dibujados, no podemos captar sus límites. Todo se zambulle en el misterio, donde parece intuirse sus identidades definitivas.
Me paro para recoger una piedra que rompe ligeramente la monotonía de diseño de las demás. La observo detenidamente y recuerdo alguno de los conocimientos de geología que aún no he perdido con el paso del tiempo. Tiene estructura cristalina y sus capas están diseñadas como si se tratase de una obra de arte. Me sobrecoge la belleza de esta pequeña piedrecilla. Sin querer me transporta hacia la realidad de un espíritu de misterio que mueve toda esta trama que fundamenta el mundo y la vida.
 El contemplar los parajes agrestes de los campos castellanos, aplanados por el sol de verano, me sugieren la idea de la muerte. Reconozco que me resisto a percibir algún atisbo o aspecto positivo sobre esta finitud de la vida, como también es difícil imaginarse estos campos estériles como portadores de fecundidad. La muerte no podemos concebirla sólo como el fin de nuestra vida. Hay que unirla a la idea de privación, de falta, de ruptura con algo o alguien. Estos campos me hablan de la muerte a la que son sometidas las poblaciones de estas tierras desde tiempos lejanos. De la esclavitud  de la tierra en la que se encuentran sumidos, por el déficit de bienes, esos que les han sido arrebatados. La muerte va ligada a la idea de condiciones míseras de subsistencia, de cercenar las aspiraciones de libertad y liberación que apenas conocen. Pero también a la de fecundidad, esperanza en los campos, en los hijos, en la naturaleza, dadora de las condiciones de crecimiento de las mieses. Muerte y vida; desierto y fecundidad; límite y resurrección. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

(Continuación) La aventura del viaje a Normandía.

En realidad, todo este viaje estuvo envuelto en situaciones paradójicas y alucinantes. Nada más llegar a la ciudad de Cannes, en el hotel ...