El 14 de Noviembre
de 1973 me consumía en el intento de realizar un trabajo de filosofía sobre el
tema de la muerte. Estaba tremendamente confuso sobre el enfoque que podía
darle. Era un tema que me superaba. No sé si al final logré plasmar algún
pensamiento coherente o reflexiones hiladas que no desmerecieran de ese objeto
de especulación.
Años más tarde
reflexionaba sobre este asunto vinculando muerte y campos castellanos:
“Camino lentamente
por senderos castellanos, entre encinas, yerbas secas arrasadas por el sol,
cardos amarillentos y algún matojo desperdigado. Siento la grandeza de saborear
palmo a palmo la raquítica flora de estas inmensas explanadas que no se
pierden, sino que se prolongan y prolongan y prolongan... Estas extensiones me
hablan del eterno deseo humano de infinitud, de su anhelo por expansión sin
límites, de superación de cuanto pueda limitarle, de superar al propio
obstáculo de la muerte.
El hombre y los
campos castellanos llevan en su código interno la vocación de la trascendencia;
sus contornos no quedan dibujados, no podemos captar sus límites. Todo se
zambulle en el misterio, donde parece intuirse sus identidades definitivas.
Me paro para
recoger una piedra que rompe ligeramente la monotonía de diseño de las demás.
La observo detenidamente y recuerdo alguno de los conocimientos de geología que
aún no he perdido con el paso del tiempo. Tiene estructura cristalina y sus
capas están diseñadas como si se tratase de una obra de arte. Me sobrecoge la
belleza de esta pequeña piedrecilla. Sin querer me transporta hacia la realidad
de un espíritu de misterio que mueve toda esta trama que fundamenta el mundo y
la vida.
El
contemplar los parajes agrestes de los campos castellanos, aplanados por el sol
de verano, me sugieren la idea de la muerte. Reconozco que me resisto a
percibir algún atisbo o aspecto positivo sobre esta finitud de la vida, como
también es difícil imaginarse estos campos estériles como portadores de
fecundidad. La muerte no podemos concebirla sólo como el fin de nuestra vida.
Hay que unirla a la idea de privación, de falta, de ruptura con algo o alguien.
Estos campos me hablan de la muerte a la que son sometidas las poblaciones de
estas tierras desde tiempos lejanos. De la esclavitud de la tierra en la que se encuentran sumidos,
por el déficit de bienes, esos que les han sido arrebatados. La muerte va ligada
a la idea de condiciones míseras de subsistencia, de cercenar las aspiraciones
de libertad y liberación que apenas conocen. Pero también a la de fecundidad,
esperanza en los campos, en los hijos, en la naturaleza, dadora de las
condiciones de crecimiento de las mieses. Muerte y vida; desierto y fecundidad;
límite y resurrección.
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